martes, 29 de enero de 2013

Sin Titulo II

Si, como ya les había dicho, así era mi vida: triste y deprimente. Muchas veces caminaba entre la oscuridad sin saber si era la neblina de esta ciudad o el humo de mi cigarrillo el que no me dejaba conocer mi rumbo, pero cada vez  estaba más seguro a la hora de dar el siguiente paso a pesar de los obstáculos que me hicieron tropezar. Mientras estaba sentado en el andén quejándome de mi dolor y con mis manos tratando de cicatrizar las heridas que me hice en aquel golpe, me doy cuenta que vivimos en un mundo donde se recoge lo que se siembra, un mundo donde el que persevera alcanza, un mundo donde contestar es mejor que quedarse callado, un mundo en donde se desconoce que va a pasar mañana y que se olvida lo que pasó ayer.

En eso se convirtieron mis días, en una monotonía absurda, en una razón para escapar de la realidad y vaciar los pensamientos que se depositaban en mi cabeza. No voy a negar que en una ocasión me disfracé de alguien que no era yo, pero de igual manera no me voy a cansar de ser lo que siempre he sido, ni tampoco les voy a dar el gusto de ser como algunos quieren que sea, a la hora de la verdad ni sé que están esperando de mí.  He visto con mis propios ojos como el empeoramiento empieza a empeorar y como mi vida se derrumba en cuestión de segundos por un abrir y cerrar de mi boca, en otras palabras, modificando el viejo dicho: “esta vez al perro si lo caparon 2 veces”.

Descubrí que una mentira para que sea verdadera se necesitan dos personajes: uno que mienta y otro que se lo crea, de igual manera duré pensando horas y horas en el final de esta historia, contaba cada segundo para que llegara en desenlace de esta puta mierda que tanto dolor me causó, traté de hacer lo posible para romper el candado que me encerraba, pero era muy difícil,  decidí dejar todo en manos del tiempo con el fin de que el escogiera la decisión correcta, pero olvidé el pequeño detalle que el tiempo hace de las suyas sea para bien o sea para mal y esta vez necesitaba que este se inclinara a mi lado.

Con gran furia, paso el puño de mi mano derecha por encima de mis ojos empapados en lágrimas y acompañado por el sonido de un suspiro empecé a ver el camino que creía correcto, ese camino que tanto anhelé encontrar y que recorrí con paso firme, con la mirada fija, la mandíbula apretada, la respiración pausada y dos manos cerradas expresando ese coraje deambulaba por mi cabeza.

Yo creo en los milagros, pero de igual manera no me gusta depender de ellos. Con un nuevo aliento de vida después de tanto tropiezos, estoy dispuesto a volver al pasado y superar cada uno de los obstáculos que alguna vez creí imposibles. El hombre que se ocupa de su pasado no merece tener un futuro y de eso se trata, de respirar profundo, secar las lagrimas que hay en tu rostro, levantar la cabeza, visualizar el paisaje que te rodea, aceptar la problemática y con mucho valor y valentía seguir con mi camino: nadie te puede derrotar si tu no te das por vencido.


Escrito y publicado el 27 de agosto de 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario